Alimentos y emociones
Sabías que la relación que guardamos con los alimentos está ligada a nuestro peso. Esto tiene un sentido, lo que decido comer o dejar de comer, afecta a la larga el peso que tengo. Sin embargo, esa relación se ve afectada por un sinnúmero de factores. Por ejemplo, cómo me siento al comer ciertos alimentos y qué alimentos escojo comer dependiendo de mi estado de ánimo, son formas de relacionarme con ellos. Estas relaciones que tenemos con los alimentos que comemos, nos llevan a tener o no cambios de peso.
Se sabe por resultados de estudios tanto en niños como en adultos, que a mayor sobre-alimentación emocional presente una persona, es decir, que coma más por emociones negativas como el estar triste, enfadado o enojado, mayor peso corporal se presentan. Aquí no importa la edad que tengas, ya sea que seas un escolar enfadado y aburrido, que no sabe controlar su mal humor y mal temperamento, o una mujer adulta que está triste porque no ha podido seguir una dieta, enojada con su pareja o cansada de tanto trabajar y ambos usan la comida en exceso para ‘manejar’ estas emociones.
Si no sabes reconocer las emociones que sientes, mucho menos podrás controlar tus emociones. Si tus emociones te están llevando a comer de más y tu forma de comer o de relacionarte con los alimentos se está volviendo descontrolada, pudieras estar permitiendo que tus emociones te estén controlando. En este caso, cualquier dieta que sigas no tendrá efecto alguno para ayudarte a bajar de peso, porque se estará enfocando en el blanco equivocado; en calcular calorías, en lugar de analizar algunas de las razones por las que estás subiendo de peso.
Muchas veces, cuando eres un comedor emocional, lo que pretendes hacer cuando intentas seguir una dieta, es curar los síntomas más que la causa real de una oportunidad de conocerte con más profundamente. Es decir, de conocer cuál es la verdadera relación que guardas con los alimentos. Pudieras seguir atorad@ pensando que lo que estás comiendo es lo que te hace subir de peso y hasta cierto punto es cierto. Las calorías cuentan, pero mejor no las cuentes.
La invitación aquí es poder hacer un cambio de paradigma interno. Hablar de alimentos y emociones, se convierte en la posibilidad de mirar hacia adentro de nosotr@s mism@s, y explorar nuestra emocionabilidad, qué nos hace sentir emocional y observar cómo reaccionamos a estas. Es un ejercicio que toma introspección y toma tiempo. Es apostarle a aprender a reconocer cómo nos sentimos y qué situaciones disparan ciertas reacciones en nosotros.
Cuando de inmediato me doy cuenta de que he estado comiendo demasiado y estoy subiendo de peso, el automáticamente ponerme a dieta se puede convertir en un propósito. El propósito de no tocar, no observar cómo me siento y cómo me relaciono con los alimentos cuando tengo ciertas emociones. Hacer dietas, comer o hacer ejercicio compulsivamente, hablar mal de nuestro cuerpo, se convierten en una forma de vida de la cual me vuelvo adicta, para evitar sentir ‘lo que siento’.
Si observas que este es tu caso, empieza por explorar tus posibilidades de bajar de peso, a través de conocer cuáles son tus actitudes o relaciones con los alimentos, reconociendo cómo te sientes. Haz un ejercicio de explorar cómo, cuándo, por qué y con qué frecuencia comes. Mantén un diario de alimentos, no para pesar y medir lo comes (aunque también es importante), pero sobre todo para explorar qué comes bajo la influencia de diferentes emociones y observa y anota cómo te sientes cuando los comes. Importantemente, encuentra quién te pueda ayudar con esto, porque no es un camino que se pueda recorrer sol@. Se necesita a ese espejo objetivo, que te pueda ayudar a recorrer este camino de autoconocimiento.
Para poder bajar de peso y mejorar mi salud, necesito reconocer mis emociones y las relaciones que tengo con los alimentos.